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El viento cierra la puerta

 

 

El viento soplaba con fuerza, levantando el polvo del camino mientras me acercaba a esa puerta de madera sencilla. Parecía fuera de lugar, en medio de la vastedad de la tierra que se extendía alrededor. Sus bisagras oxidadas y el aspecto desgastado le daban un aire humilde, como si hubiera pertenecido a una yurta perdida en el tiempo. Aun así, su presencia era imponente, como una silenciosa guardiana de secretos antiguos.

Cada paso que daba hacia ella traía recuerdos a la superficie, fragmentos de conversaciones y promesas hechas bajo cielos estrellados. Frente a esa puerta, los ecos de lo que fue parecían vibrar en el aire. Quería girar la manija, pero algo en mí se resistía. No era solo una puerta; era la barrera entre lo que había sido y lo que nunca volvería a ser.

—Lo que me hiciste hacer… —susurré, con la voz arrastrada por el viento. Las palabras se desvanecían, pero el peso de su significado se quedaba en el aire, flotando como una verdad no dicha.

No era solo el hecho de que me habías empujado a cambiar, a ser alguien que nunca pensé que sería. No era solo el vacío que dejaste. Era el recordatorio constante de que una vez te di todo. Las llaves de mi reino, de mi vida, de mi corazón. Todo lo que era mío te lo ofrecí, esperando que supieras qué hacer con ese poder. Pero ahora, de pie ante esta puerta, sabía que algo se había quebrado para siempre.

—Las llaves… —repetí, casi como un lamento. No era una súplica, no una petición de devolución. Era una simple constatación de hechos, un recordatorio de lo que se había intercambiado entre nosotros.

El sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, y la luz dorada acariciaba la superficie rugosa de la madera. Recordé la primera vez que te ofrecí un lugar donde descansar, un refugio en mis brazos, un hogar en mi corazón. Aquel espacio que una vez llenaste ahora estaba vacío, pero la puerta seguía en pie, testigo silenciosa de lo que habíamos construido y de lo que ahora estaba en ruinas.

Sin tocarla, me di la vuelta. No era el momento de entrar, no aún. Dejé que el viento cerrara el capítulo, y mientras me alejaba, supe que lo que había detrás de esa puerta permanecería sellado, como los recuerdos de lo que una vez compartimos.

 

 

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