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El ojo turco

 

En un pequeño pueblo rodeado de naturaleza exuberante, se encontraba una antigua mesa con ojos turcos, esos amuletos de protección contra las energías negativas y el mal de ojo. A lo largo de las calles, se alzaban numerosos árboles de los deseos, en cuyas ramas resplandecía el ojo turco, de un azul intenso que contrastaba con el verdor del paisaje.

En uno de esos árboles, y junto a una mesa con muchos ojos, un joven llamado Billy pasaba horas contemplando el ojo turco, buscando respuestas a sus inquietudes y dudas sobre su vida y su futuro. Sentía una gran carga en su corazón, una sensación de estar atrapado en una telaraña de incertidumbre y desafíos.

Un día, mientras observaba con intensidad uno de los ojos turcos, una voz suave y melodiosa resonó en su mente. Era como si el ojo turco cobrara vida y le hablara directamente. “No te preguntes por qué nunca más”, susurró el ojo turco. “No te atormentes, vive tus días por ti y sonríe. No los condiciones por nada, por mucho que merezca la pena, deja los ‘por qué’ para otra ocasión.”

Billy se sintió sorprendido y aliviado al escuchar estas palabras. En cada mirada al ojo turco, encontraba fuerza, claridad y la certeza de que su camino estaba iluminado por la verdad, la pureza y la protección. Desde ese día, decidió dejar de cuestionarse y comenzar a vivir cada momento con gratitud y determinación, confiando en que el ojo turco velaba por su bienestar y lo protegía de cualquier maleficio.

La mesa y el árbol de los deseos, testigo silencioso de esta revelación, continuaba siendo un lugar de esperanza y magia para todos aquellos que buscaban respuestas y guía en sus vidas. Y así, la historia de Billy y el ojo turco se convirtió en una leyenda que inspiraba a todos a seguir adelante con valentía y confianza en el destino que les deparaba.

 

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