En la exuberante sabana africana vivía un mono babuino llamado Servage. Desde pequeño, Servage sintió la ausencia de su padre en su vida. No entendía por qué no estaba a su lado como lo estaban los padres de sus amigos monos. Esta falta de presencia paterna dejó una profunda huella en su corazón, haciéndolo cuestionar su seguridad, autoestima, propósito y dirección en la vida.
A medida que crecía, Servage buscaba desesperadamente encontrar la paz interior y la seguridad que tanto anhelaba. Quería entender su propósito en la vida y sentirse completo, pero parecía que estas necesidades eran difíciles de alcanzar, como si estuvieran más allá de su alcance.
El ego de Servage se convirtió en su peor enemigo. Le susurraba mentiras crueles sobre su valía y su derecho a la felicidad, haciéndole creer que no era suficiente y que su destino estaba predestinado por las acciones de su padre ausente.
Un día, cansado de sentirse atrapado en un ciclo de auto condena y resentimiento hacia su padre, Servage tomó una decisión valiente. Decidió enfrentar la verdad de su situación y sanar la relación con su padre, no para culparlo, sino para liberarse a sí mismo.
En su búsqueda de sanación, Servage observó a sus hermanos babuinos en la selva. Aprendió de su estructura social compleja y de cómo se apoyaban unos a otros. Comprendió que la verdadera fortaleza radica en la conexión con los demás y en la aceptación de uno mismo.
Con valentía y determinación, Servage inició un viaje de autoconocimiento y perdón. Aprendió a comprender a su padre como un ser humano con sus propias dificultades y limitaciones. Al liberarse del resentimiento y la culpa, encontró la paz y la seguridad que tanto anhelaba.
Servage descubrió que el amor propio y el propósito en la vida no son regalos externos, sino estados internos que están dentro de cada uno. Así, comenzó una nueva etapa en su vida llena de esperanza, autenticidad y plenitud, sabiendo que su verdadero éxito estaba en el camino de aceptación y perdón que había recorrido.