El helicóptero despegó con un rugido profundo, levantando polvo y hojas secas mientras ascendía en el aire. La cabina vibraba, y el sonido de las hélices resonaba en mis oídos, un recordatorio constante de la altura que estábamos alcanzando. El paisaje se desplegaba bajo nosotros, y a medida que subíamos, todo se hacía más pequeño, insignificante, casi irreal.
Pero dentro de mí, una tormenta se desataba. La ansiedad era como un viento que soplaba sin motivo, agitando pensamientos oscuros, llenando mi mente de miedos que se escondían en las sombras de mi alma. ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué había decidido este viaje, este riesgo innecesario? El control que siempre intentaba mantener se escapaba de mis manos, y sentía que cada segundo me alejaba más de la seguridad de la tierra firme.
Suelta lo incómodo, me dije, pero las palabras parecían vacías. Suelta el control, repetí, mientras mi mente luchaba por encontrar un punto de apoyo. Las sombras eran profundas, y el miedo parecía más tangible que nunca. Pero en algún lugar, más allá de la ansiedad, había una pequeña luz, una chispa que no se dejaba apagar.
Observa la mente como un río que fluye, pensé, recordando las palabras que una vez había leído. Dejé que mis pensamientos se deslizaran, que las preocupaciones pasaran sin aferrarme a ellas. El paisaje bajo el helicóptero cambiaba, pero mi mente comenzaba a encontrar un ritmo, un flujo natural.
Confía en ti, en tu camino, en tu luz interior, me dije una vez más, y esta vez las palabras resonaron más profundamente. La luz dentro de mí se hizo un poco más brillante, empujando hacia atrás las sombras. El helicóptero seguía su curso, y aunque el control no estaba en mis manos, empecé a sentir una paz creciente.
El viaje continuó, no solo a través del cielo, sino dentro de mí. A medida que el helicóptero se movía, también lo hacía mi mente, dejándose llevar por la corriente de la vida, confiando en que la luz interior, esa chispa que había sido tan pequeña al principio, crecería y me guiaría a donde necesitaba estar.
Cuando finalmente aterrizamos, sentí el suelo bajo mis pies con una nueva apreciación. El viaje en helicóptero había terminado, pero el viaje interior apenas comenzaba. Y en esa luz, encontré la fuerza para continuar, para soltar lo incómodo, para dejar ir el control y confiar en mi camino, en mi propio poder.