DSC_2721

El Plato de Porcelana

 

 

 

En la vitrina de una tienda antigua, un plato de porcelana blanca con finos estampados azules esperaba su destino. La luz del atardecer se reflejaba en su superficie lisa, destacando el intrincado diseño de uvas y sus ramilletes que parecían danzar alrededor del borde. Era un plato fino, delicado, hecho para adornar más que para ser usado, un testigo silente de cenas elegantes y conversaciones olvidadas.

Una tarde, una mano temblorosa lo escogió entre otros objetos. Un anciano, con la mirada perdida en el tiempo, observó el plato como si encontrara en él un reflejo de su propia historia. No lo compró por su belleza, ni por su valor. Fue el azar, un impulso inexplicable, lo que lo llevó a elegir ese plato entre tantos otros.

En la soledad de su casa, el anciano colocó el plato sobre la mesa. Las manos arrugadas, que alguna vez sostuvieron dados y cartas en noches de apuestas, ahora apenas podían sostener aquel delicado objeto. Los años habían convertido sus juegos en desilusiones, sus esperanzas en recuerdos amargos. El plato, sin embargo, permanecía inmutable, ajeno a la tristeza que lo rodeaba.

Cada mañana, el anciano se sentaba frente al plato, como si en él pudiera encontrar alguna respuesta, algún sentido a su vida marchita. Lo observaba detenidamente, perdiéndose en los detalles azules, imaginando que aquellas flores eran puertas a otro mundo, uno donde los dados no siempre caían en su contra, donde las ilusiones no se quebraban con tanta facilidad.

Pero el tiempo no tuvo piedad. Un día, el anciano no se levantó para mirar el plato. La casa quedó en silencio, y el plato, olvidado en la mesa, continuó su existencia sin más compañía que el polvo que lentamente comenzó a cubrir su brillo. Fue un plato destinado a la soledad, como tantos otros objetos en esa casa.

Con el paso de los años, la casa fue vendida, y el plato, junto a otros objetos, terminó en una subasta. Un joven lo adquirió, atraído por su belleza, sin saber la historia que llevaba consigo. Para él, era solo un plato más, un adorno para su hogar. Pero en las noches, cuando la luna iluminaba tenuemente la mesa, las sombras de las uvas parecían susurrar las desilusiones y esperanzas de quien una vez lo había contemplado en silencio.

El plato de porcelana continuó su camino, pasando de mano en mano, siendo testigo de vidas que se cruzaban brevemente con la suya, como dados lanzados al azar, donde cada giro traía consigo una nueva historia de tristeza o incertidumbre. Pero el plato, ajeno a todo, permanecía fiel a su naturaleza, mostrando su delicado diseño a quien se detuviera a observarlo, sin revelar jamás las historias que lo habían tocado.

Scroll to Top