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Un tigre de piedra

 

 

En la profunda quietud de una isla olvidada, yace un tigre de piedra, una criatura majestuosa tallada en la roca misma que la sostiene. Su pelaje de ámbar brilla bajo el sol tropical, mientras sus ojos de ónice miran el horizonte con una serenidad que engaña. Es un guardián de paradojas, un símbolo de la dualidad encerrado en su eterna inmovilidad.

Para aquellos que se acercan, el tigre de piedra es un enigma que susurra historias de vulnerabilidad y fortaleza. Las burbujas que caen como piedras representan las ilusiones rotas, los sueños que se desmoronan y dejan cicatrices en el alma. Cada noche, aquellos que buscan sus pedazos encuentran la sal del mar en sus mejillas, un recordatorio del dolor que no puede ser lavado por las olas.

Pero el tigre de piedra también es un símbolo de resistencia. Aunque sus cicatrices recuerdan antiguos dolores, su corazón anhela latir con la fuerza de una vida renovada. Las paradojas que antes lo ataban se disuelven lentamente, revelando una nueva comprensión de su propia existencia.

En la penumbra de la noche, cuando el sol se retira y el cielo se adorna con estrellas, el tigre de piedra parece cobrar vida en las sombras. Su amarillo ternura brilla con una suave luz, mientras que su negro esperanza se alza como una bandera en la oscuridad. Es un recordatorio de que incluso en la inmovilidad aparente, la dualidad de la vida persiste, tejiendo un tapiz de experiencias que moldean nuestro ser.

Así, el tigre de piedra permanece como un testigo silencioso de la eterna danza entre la vulnerabilidad y la fuerza, una historia tallada en la roca para aquellos que buscan comprender el significado de su propio viaje.

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