En el parque de los abstractos, donde los colores bailan en formas diferentes bajo el verde de los árboles, se gesta una historia de locura y libertad. Aquí, olvidar es un arte, una forma de seguir inventando mundos hasta que el cuerpo duela un poco menos que el alma encerrada en estrechez.
Entre risas y suspiros, una figura solitaria se pierde en la brisa fresca del aire libre. Sus ojos capturan los tonos vibrantes que danzan en el lienzo del parque, donde la realidad se desvanece y la imaginación se despliega en cada rincón.
Pero no todo es armonía en este mundo abstracto. La locura acecha en las sombras, tejiendo hilos de confusión y delirio. Los colores se distorsionan, las formas se retuercen y la mente se sumerge en un torbellino de emociones.
A pesar de la aparente calma, la figura solitaria se debate entre olvidar y seguir creyendo que todo está bajo control. Los aplausos que resuenan en sus oídos son una mezcla de aliento y duda, mientras cada paso alejándose lentamente envía a su corazón correr hacia una imagen reflejada en el espejo. Es esa figura, que mira con tristeza infinita cada vez que sonríe, la que persigue en el laberinto de la mente.
En el parque de los abstractos, la línea entre la realidad y la ilusión se desdibuja. Cada hoja verde susurra secretos de la locura y la libertad, mientras la figura solitaria busca respuestas en el caos de su propia creación.